29 Sep La Naturaleza en el corazón de las empresas
Si hay algo que ha quedado claro en el transcurso de todas las reflexiones durante este período Covid-19, es el de ser parte integral de lo que se llama Naturaleza.
Destruir nuestro medio ambiente para enriquecerse a corto plazo, mantener un nivel de consumo que impulse artificialmente nuestra economía con gran parte de productos inútiles… es en definitiva como aserrar la rama en la que vivimos.
Imaginar que este modelo perdurará sobre la base de recursos finitos es un mito del período industrial, que morirá con la humanidad.
Porque es una ilusión, una construcción sin bases, un storytelling, que entre otras cosas, permite a los esclavos modernos seguir siendo adictos al servicio de los que se benefician ampliamente de este cuento de hadas.
Sin embargo, no estoy criticando los avances tecnológicos hechos posibles por esta dinámica. Pero estamos llegando a los límites de este sistema y se necesita una forma de revolución del pensamiento para frenar sus dramáticas consecuencias.
Entre estas pequeñas revoluciones, la entrada, en la conciencia y la práctica, del mundo natural es un elemento clave.
Permite, por un lado, racionalizar el uso de estos recursos finitos y, por otro, responsabilizarse de su explotación y de los daños causados al medio ambiente del que dependemos.
La cultura de desconexión con la Naturaleza y la supuesta superioridad del Hombre sobre el medio ambiente, heredada de las tradiciones occidentales y en particular de las religiones dominantes, debe ser deconstruida. O, como se suele decir, necesitamos descolonizar nuestras formas de pensar.
Entre las prácticas que se están introduciendo en el mundo corporativo, citemos:
- Los principios de la permacultura,
- La economía circular, que se basa en estos mismos principios,
- La integración de las externalidades (positivas o negativas) en la llamada contabilidad de triple capital,
- La inteligencia colectiva, la colaboración, esos valores que durante mucho tiempo se consideraron antinaturales porque nuestro amigo Darwin nos dijo que la única regla de la Naturaleza era la competencia. Aunque estudios biológicos recientes han demostrado que la competencia, así como la ayuda mutua, son prácticas muy extendidas en la Madre Naturaleza.
Consideramos que los empresarios que no han visto el cambio de viento en estos temas se verán condenados al ostracismo a medida que la degradación de las condiciones de vida se haga más concreta para los consumidores.
Por lo tanto, no es sólo una cuestión ética de responsabilidad personal, sino también una condición sine qua non para la supervivencia de los negocios. Estos son procesos que llevan tiempo y reaccionar tarde podría convertirse en sinónimo de muerte.
Por supuesto, tales cambios requieren una cierta valentía. Somos conscientes de que las reglas del juego capitalista no favorecen cambios drásticos que puedan significar una pérdida de competitividad. En el plano nacional, si el marco jurídico no apoya esos cambios, se hace aún más difícil. En el plano internacional, es poco probable que las instituciones, que no pueden superponerse a los Estados, impongan normas de alcance internacional.
Por lo tanto, es la sociedad civil, a través de las elecciones que hace, la que dará la dirección a los empresarios.
Se le ha advertido, ya no es posible descansar en los laureles en un momento en que la movida se está acelerando.
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